jueves, agosto 16, 2007





De adioses y quisaces

-"Si, claro que sí".
La mirada sorprendida de su compañero de asiento, cómplice obligado en ese largo viaje en avión,
la trajo a la realidad.
Había hablado en sueños.
Se acomodó en su incomodidad y pegó la naríz a la ventanilla.
Esos momentos la maravillaban.
La noche, alguna estrella, todo estaba bien allí arriba.
Intentó volver a su sueño, ¿había dicho "claro que sí"?
Cerró los ojos buscando recrear ese momento.
Los sueños son una realización de deseos dicen los psicoanalistas.
Volvió a la escena original.
"Estas ganas de nada menos de tí", la frase de la canción de Sabina apareció en un tarareo que ya comenzaba a incomodar al formal vecino.
Las calles del pueblo, cerca de la Sierra Nevada, esa inmersión en un estilo de vida, la luz, los colores, la alegría de ese viaje compartido, sin pretenciones, sin prisas.....
-"El ruido del agua"..."eso extraño en Catalunya", le había dicho.
-"Dentro de unos años me jubilo y me largo a Granada. Quiero volver aquí."
Hablaba para sí mismo, pero sabiendo que ella escuchaba.
Repetía las ideas ya dichas cantidad de veces: que si las tertulias, que si el agua en los patios, que si el buen rollo y buen humor que extrañaba en Barcelona, a pesar de haber vivido casi toda su vida allí.
Cada retorno a sus raíces activaba un aspecto de sí mismo, oculto celosamente la mayoría del tiempo en el fondo de esa vida un tanto gris y plagada de obligaciones que se autoimponía.
-"¿Vendrías conmigo?"
Callada...se limitó a sonreír y a disfrutar.
El continuó con su fantasía:
-"Compramos un cortijo y nos dedicamos a chumbear."" Podemos armar algo de turismo rural, no necesitamos mucho". ¿Vendrías?" había repetido.
Y ella, perdida en esos sueños, comenzó a sentir que capturaba una ilusión, hacer cosas bonitas, libres, claras, tiempo para crear, ternura, quizás sin pasión pero con respeto y cuidado mutuo.
Un buen fín para una vida azarosa.
-"Claro que sí" repitió esta vez en voz alta, contando los días que faltaban para el reencuentro.
Y el vecino decidió cambiarse de asiento.




lunes, agosto 13, 2007






El pozo verde

Casi flotaba por el borde de la ruta.
A lo lejos, la vista de las Sierras Grandes nevadas sobre el azul del cielo se erguían, imponiéndose en el límite del valle.
Un aire puro, frío, seco,energizante atravesaba el ambiente. No podía sentirlo pero lo imaginaba.
Entró lentamente en el camino que lo llevaba al pozo verde, asombrado por los cambios y a la pesca de los viejos sitios.
Doce años son muchos para volver, sobre todo desde tan lejos.
Al llegar has ta la puerta de la casa, convertida en un reducto protegido,se encontró con el casco original rodeado por las nuevas instalaciones: la galería, los canteros de la ventana del comedor todo seguía casi igual; la puerta de entrada, era distinta, con peor gusto pero que remedio, no le pertenecía nada, salvo sus recuerdos.
Un cartel amenazador: "Cuidado con el perro", lo hizo sonreír.
Ya no debía temer a ningún perro...y a ningún humano.
Aún lo asombraba su nueva situación a pesar del tiempo transcurrido; eso que llaman eternidad y que convierte una década en un minuto....sin embargo, en ese breve lapso de tiempo, era la primera vez que volvía adonde todo terminó.
Se sentó en una piedra a contemplar el atardecer, aunque en realidad su mirada permanecía fija en la terraza.
Aquella mañana de verano muy temprano; el desayuno servido, la escopeta en su boca y el disparo final, un poco teatral, es verdad. Pero había sido un impulso.
Toda su vida había sido así, ¿por qué suponer un final más realista?, odiaba la fealdad, el dolor, las complicaciones.
Y ahora comprendía que quizás siempre había escapado de la misma realidad, sea cuál fuere.
Cuando Carlos se reunió con él, dos años después le reprochó ese abandono.
Hubo que explicarle que no se sentía con fuerzas para enfrentar un final distinto, arrastrar la decadencia, tuvo miedo, fue egoísta.
HIV eran una siglas demasiado fuertes en esos tiempos.
Claro que de saber que también él estaba enfermo, quizás se hubiera quedado....¿como imaginarlo?
Carlos era su niño, 20 años más joven; deseo evitarle todo dolor ¿o evitárselo?, daba igual, ya no importaba.
Prefería recordar los comienzos de la aventura cuando, renunciando a su puesto privilegiado en el teatro Colón, buscó refugio con él en ese cañada mágica, donde el murmullo del agua los despertaba cada día y el olor a hierbabuena invadía sus noches de amor.
Luego, los amigos, las tertulias con Mozart, Boccherini y alguna ópera de Verdi de fondo.
Respiró con fuerza, inutilmente claro.
Una pareja de turistas le preguntó: ¿"nos saca una foto por favor"?
Disparó sin entender: esas máquinas eran muy distintas a su vieja Canon.
Era tiempo de regresar.
Cuando la pareja alzó la vista para decirle que volviera a intentarlo porque algo había fallado, ya no estaba.
Se miraron con sorpresa....y volvieron rápidamente por donde habían venido.
¿Las leyendas sobre aparecidos en el pozo verde eran ciertas entonces?
Mejor no preguntar.....ya casi anochecía y había comenzado a helar.


En memoria de Carlos y Alfredo