lunes, diciembre 17, 2007







Luna en Cáncer

Ayer la volvió a escuchar.
La vecina otra vez insultaba a su madre, una anciana, imposibilitada que casi no sale de su casa y ha sido ingresada varias veces en el último tiempo.
No es la primera vez que oye su forma soez de tratarla, insultos de carretero, que debe creer que no atraviesan las paredes. Está harta de cuidarla, pero la realidad es que tampoco parece tener una vida propia y su madre es relativamente dependiente.
Alguna vez ha visto a la anciana en bata, apoyada en el rellano de la escalera y la ha saludado, ella le ha devuelto una sonrisa mansa, desde sus tristes ojos azules.
Piensa en si debiera denunciar a su vecina por malos tratos mientras la lluvia le cala los huesos, caminando despacio, en la vuelta a casa de ese lunes de invierno.
Ha parado en el supermercado, para comprar colacao y polvorones y a llamado a su hija más pequeña, la única con la que vive ahora, para saber que más le apetecía.
Hace frío, mucho frío, pero camina lento, por la rambla bordeada de álamos ; hace una semana cubrían de dorados el cielo y hoy son solo finas agujas que se adentran en el cielo tormentoso.
Un bello, frío, azulado crepúsculo....su propia vida apagándose.-
Un recuerdo dulce y doloroso: sus hijas , la mayor con 14, la menor con 4....hace tanto tiempo...otro invierno, otros inviernos. Disfrutaba cerrando los postigos mientras afuera comenzaba a helar y el ambiente de la casa se caldeaba, especialmente la cocina: esa cocina grande, de campo, como a ella le gustaba.
Preparaba la merienda, olor a tostadas, a manteca, a leche hervida; hacían la tarea escolar, ella ayudaba, controlaba, pero las dejaba a su aire, confiaba, disfrutaba, sin pensar. Escuchaban la radio del pueblo para saber quién le enviaba mensajes a quién. Se reían.
Era un momento mágico, la hacía feliz sentir que las protegía, que estaban a salvo y que había una razón para seguir.
Solo mucho después cuando volvió a tenerlas, por casualidad juntas bajo el mismo techo, comprendió que algo o mucho ya no existiría nunca más.-
"Nunca más" comenzó a ser un latiguillo: nunca más esto o aquello.
Aún deseaba y se ilusionaba y experimentaba, pero los "nunca más" la volvían a poner en el mismo lugar de treinta años atrás: sola frente a sus propias decisiones, solo que sin red, sin "siga participando".-
Ahora, tantos años después, otro invierno, otro lugar y otra merienda. Una melancolía demasiado terrible, la nostalgia de lo que nunca ya será pero la certeza de que valió la pena, la leche templada, el desvelo, las esperas, ls ilusiones...como dice la canción..lejanías, reproches, miedos, ¿errores?. Eso vino después y la sorprendió, no estaba preparada. En el fondo pensó que nunca ocurriría y el desgarro la dejó, como siempre, muda detrás de las palabras.-
¿como hubiera sido su vida sin esa cocina, sin esos momentos?
El puente comienza a ser en bajada, puede que deje de ver que hay al otro lado, el que de jó.......sus hijas son mujeres, ya no habrá meriendas ni hogar encendido y solo queda terminar d ecruzar el puente antes del insulto final.-

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