martes, julio 04, 2006

Roser

Sobre todo, extraña su olor, me dice.
Le duele su ausencia pero no puede precisar donde. La muerte ha roto esa dolorosa rutina de esos últimos veinte años. La rutina de la enfermedad y la desaparición lenta de todas las cosas.
Esta tranquila, Ramón ha muerto a los 67, aunque ella podría señalar muy bien el día de la verdadera muerte: aquel en que comenzó a "perder la cabeza".
Me cuenta detalles de los últimos días, esta tranquila, serena.
Es poco lo que puedo añadir, solo escucharla y decir esas obviedades psicoanalíticas
de mercadillo, algo de recuperar la propia historia, indagar sobre si el duelo es correcto, tonterías.
En el fondo, muy en el fondo me pregunto por el secreto del amor, palabra gastada, percudida, vaciada.
¿Por que el amor y la muerte se llevarán tan bien?

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