viernes, diciembre 08, 2006


Barcelona t´estima

"Ahí están de nuevo", pensó Lola, mientras buscaba los informes que les entregaría en unos instantes .-
La mañana transcurría tranquila, auqnue ya con cansancio, o aburrimiento, daba igual.
Desde hacía tres años trabajaba en la recepción de una de las mejores clínicas de la ciudad.
Ese trato permanente con personas en situación de crisis, que siempre de algún modo se enfrentaban al miedo, a los cambios irreversibles, a la muerte, había afilado su intuición.-
Dar turnos para consultas, contestar el teléfono, copiar los informes en la historia clínica y entregarlos.
Las parejas eran un apartado especial.
Concurrían en masa a los programas de fertilización in vitro. Los observaba en la sala de espera casi sin cambiar palabra, con un rictus de ansiedad y preocupación.
Leía la decepción en sus rostros tras un intento fallido o la alegría, generalmente más notable en ella, si los resultados eran positivos.
La pareja de esa mañana llamó su atención desde la primera vez, hacía ya seis meses.
Quizás porque le recordaban a su propia pareja.
Sobre todo él, con su aire woodyallenesco y su forma seductora de pedirle las cosas, era casi un clon de Pol, su marido cincuentón, de diez años a esta parte.
No podía evitar la congoja cuando pensaba que ellos ni siquiera lo habían intentado:
el había sido claro; tres meses luego de comenzar la convivencia le dijo, casi gritando, que no soportaría ser invadido, que no tiraría del carro de una familia, la necesitaba pero si no aceptaba sus condiciones ahí estaba la puerta, podía volver a Madrid cuando quisiera.-
Lola no le creyó, además no quería volver a Madrid y esperó, se adaptó, renunció.
Aceptó sus límites, las economías separadas, las recriminaciones por sus gastos, el
estilo liviano de todas sus relaciones, las reuniones multitudinarias en el piso que, él repetía hasta el cansancio: le pertenecía.
Un año atrás, la cercanía de los 40 activaron su reloj biológico y la certeza de que
su marido no estaba dispuesto a abandonar su rol de Peter Pan, catalizó una fuerte depresión.
-"O lo tomas o lo dejas", se decía mientras releía, por esos días la carta que Pol le había escrito para animarla a mudarse en un lejano pasado.
Le repetía que la amaba, que la deseaba, le prometía diversión, apoyo para instalarse en Barcelona y mezclado, muy mezclado en todo ese maravilloso panorama, un " puedo ser el padre de TUS hijos, si así lo quieres".
No la había engañado, solo que ella no había sabido leer entrelíneas en ese folleto "all included" que Pol le proponía.
El quería una amiga y una amante, no una esposa.
Y para asegurarse de que la intimidad no fuera una encerrona, le había propuesto una vida sexual concurrida, plagada de tonteos e intercambios de pareja, sexo virtual y poco contacto verdaderamente íntimo; cualquier cosa para asegurarse que nunca estarían solos frente al otro, expuestos a su demanda y su deseo.
Cuando llegó su turno, Lola les extendió el sobre, conocía su contenido: mellizos en camino.
Volvió a concentrarse en su trabajo, debía dejar todo listo para su suplente.
A las siete de la tarde, se despidió de su compañera de despacho. Tomó su bolso del gimnasio más lleno que de costumbre y se dirigió a la estación de Sants.
Apenas tuvo tiempo de comprar una lata de gaseosa y unas patatas fritas, antes de tomar el tren a ninguna parte.
A esa misma hora Pol encendía su ordenador y se acomodaba para otra larga cita virtual.-

1 comentario:

Carlos Gregorio dijo...

¿Por qué no puedo dejar de leerte?

Sencillamente porque lo que leo es fantástico.

Adoro tus líneas.

Mis respetos y saludos amplios.