sábado, diciembre 03, 2005




-KALI
“....Acabo de echarla.¨........
-“¿Que?”; ....
-”Que la eché, la empujé, le grité y la eché”........
La voz de Joaquín en el teléfono sonaba apagada, serena, con un punto de desconcierto, como si no le afectara lo que había vuelto a suceder.
Una vez más había discutido con Ana.
Esperé a que continuara, estaba claro que si me llamaba a esas horas, solo necesitaba hablar, no esperaba una respuesta.
-“¿Que pasó?”,...

-"Nada". le dije que si se negaba a que Leo entrara con su grupo a la Casa...es porque no le perdonaba aquella conversación en la que él le dijo que era una busca, que tenía problemas con los hombres”...
-"¿...Y se lo dijiste... así?”,;
“-Y que yo creía que era cierto”...
"...ah”.
-“Se enojó, me gritó que saliera de su vida, la empujé... la eché.”“Pero es que es cierto, se lo dije para ayudarla a que entienda”.
“Que entienda qué?”,
“Que entienda que no puede ir seduciendo a diestra y siniestra”.....
”Ya”.
“Que pensás?, Esto no puede seguir así no?”,
“Así como?”,
“Así, discutimos por tonterías, está claro que ella no puede darme lo que busco pero es que viene una y otra vez”...
”-y vos la recibís...”,
“-es que no puedo resistirlo, cada vez follamos mejor, cada vez es más fuerte, a veces salimos, vamos a alguna parte, al cine, la invito a alguna exposición, pero solo es un recreo para volver al catre.....”
Cuando hablaba en porteño, nuestras conversaciones tomaban un tono de cercanía, éramos nosotros mismos, sin maquillajes ni adaptaciones.
-“No sé... no puede durar, no es lo que necesito”...
-"Bueno durar, lo que se dice durar, esta durando; llevan dos años así”;
Mi ironía lo hizo reír. y así era en realidad .
La historia había comenzado dos años atrás.
Joaquín continuaba casado con su mujer de toda la vida, Elena luego de treinta años .

Habían llegado a la cincuentena atravesando, las crisis internas y externas: la cárcel, el exilio.
Los años en Madrid lo habían cambiado poco, seguía creyendo a pie juntillas en las ideas que los llevaron, a ambos, a las cárceles de la dictadura militar de los 70 en la Argentina; seguía siendo un violento contenido, un melancólico crónico.
Desde tiempo atrás, quería irse de su propia vida, estaba harto de sostener esa pareja, de trabajar 40 horas a la semana para que todo siguiera en su lugar, siempre para otros, sus trabajos de escultura terminaban con otra firma, en otros escaparates, en otras escenografías; harto de ese lugar, seguía sin enraizar, militando en la reivindicación de los derechos humanos, convirtiéndose casi en un ícono para los hijos de sus compañeros desaparecidos.
Quería a sus propios hijos por sobre todo; pero ya eran hombres y a él comenzaban a pesarle los 50.
Conoció a Ana, en un grupo de teatro : treinta años recién cumplidos y una licenciatura que pensaba terminar en España.
Fue una sorpresa cuando en un asado, ella le clavó su mirada de una profundidad oscura y sensual y allí en sus ojos, la mantuvo toda la tarde; pensó que se equivocaba, que tomar de más, le estaba sentando fatal.
Pero cuando se coló por el taller, y le preguntó a boca de jarro si no se daba cuenta de nada:Se dió cuenta.
Improvisaron una relación feroz, plagada de contradicciones, violenta dentro y fuera de la intimidad.
Si él se iba, ella lo seguía, si ella decía estar cansada, él le mandaba poesías y le colapsaba el móvil con mensajes, mientras, se ofendía porque Ana no recordaba el aniversario del primer beso.
Finalmente, pateando el tablero deesa partida de ajedrez a punto de hacer tablas, habló con la pareja de Ana y con Elena y le propuso a Ana irse a vivir juntos.
Por esa época también comenzó una psicoterapia, buscaba sacudirse tanta muerte de encima, aprender a construir, pero no podía y Ana parecía hecha a la medida de una diosa de la destrucción.
Así continuaron un ciclo que terminó siendo predecible;
A una luna de miel transgresora, sensual casi pornográfica, seguía la ofuscación, la violencia, el dolor y la despedida.
Unos días de separación servían para reiniciar el ciclo. Ella siempre volvía.
Cuando Montse entró en su vida, con su frescura y su histeria barretina creyó que comenzaba a salvarse.
Pero Ana se interpuso defendiendo su presa de la intrusa.
Por esos días conversábamos largamente, yo escuchaba sus reflexiones y era poco lo que podía agregar; Montse era la calma, el compartir, la paz. Pasaba por alto que también se trataba de alguien mucho más joven.
Sus recuerdos de la cárcel, la tortura, las compañeras, desaparecidas, violadas, los amigos, solían mezclarse en la charla.
Estaba atado a una pesadilla, el poder, el dolor, la muerte y el sexo formaban una hélice que lo catapultaba a su culpa por la supervivencia.
La erótica de lo siniestro cubría su día a día, estaba en el fondo, del fondo del fondo, demasiada oscuridad, demasiado miedo, demasiada prohibición habían marcado su vida, llegó a empuñar un arma en defensa de un ideal pero detrás, el amor a la muerte había guiado cada una de sus decisiones.
Cada día de supervivencia en el campo de detención era vencer y perder.
Y aún seguía encerrado.
La sexualidad y la muerte jugaban sus fichas desde hacía treinta años, se negaba a sí mismo la posibilidad de transformarse, de avanzar, de cosechar.
Lentamente comencé a entender que significaba Ana en su vida, y también comprendí que no esta vez, no fallaría, no lograría salír con vida, Kali cobraría su presa .-

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