lunes, diciembre 19, 2005

MAKEBA


Lunes, casi las 10 de la noche.
Me tomo un café en el bar, en el descanso del Seminario sobre Ferenczi.Estoy relajada, recuperando mi perfil de psicoterapeuta psicoanalítica, luego de los cambios camaleónicos que mi realidad de sudaca en Barcelona me impuso en los últimos años.
Suena el móvil:
- ¿Dónde estás?
- ¿Me acompañas a....(cita una discoteca de la zona alta?, Tengo que ir a un espectáculo de beneficencia, y no quiero ir sola.
Mi amiga, dedicada a la joyería, debe cumplir con un compromiso social y quién sino yo, su comodín preferido, puede acompañarla un lunes a la noche.
Le digo que sí porque ya estoy en el centro y porque no tengo sueño, a pesar de que son las 10 y el espectáculo comenzaba a las 9.
Casi han dado las 11 de la noche, cuando llegamos.Al entrar un aroma a la mixtura de cien diferentes perfumes de marca me invade, cáspita!....esto de codearse con la business class catalana tiene su encanto.
En la media luz, mis jeans apenas se diferencian de los de CH, en todo caso ambos estan cortados en Bali.
Un cartel con el slogan de la noche: “ En Makeba mueren de hambre 150 niños por día, por eso hacemos una fiesta”, esta impreso en uno de los costados del escenario, donde un grupo de percusión, buenísimo debo decir, arremete con musica de claras reminiscencias tribales.
Al otro lado un PowerPoint con imágenes de la labor de la ONG enternece mi ingesta de cava.
Una mujer negra dándole de mamar a su bb.
El director de la ONG vacunando a los miembros de la tribu
Otra trabajando en la plantación de no sé que
Le pregunto a mi amiga si la fiesta es porque como se mueren al día tantos niños, son potenciales consumidores de nuestro propio alimento que nos sacamos de encima.
No le hace gracia mi ironía.
Con sagacidad de arribista detecto la mesa donde aún queda algo de comida, mientras mi amiga busca a sus clientes para hacer acto de presencia, me dedico a mirar a mi alrededor. ¿Quién dijo que los hombres catalanes no son guapos?, Creo que fui yo.
Me equivoqué, existen, pero me parece que fuera del círculo que frecuento.
Tanto traje Armani y bronceado de campo de golf, está alterando mis hormonas.
Lo mismo parece sucederle a unas cuantas señoras que me rodean.
Quizás será el clima, la música de los tambores, esa rara sensación de estar haciendo algo maravilloso por la humanidad; o más bien los besitos que uno de los señores Armani le da una señora CH, de impecable rolex de oro y perfume Nina Ricci.
Por lo bien que se lo pasa, debe ser la señora, pero de otro; el señor mueve sus manos al ritmo de la música, sobre las curvas logradas a golpe de horas de aerobic, la señora se ríe; el señor me mira por encima del hombro de la señora; comienzo a sentir una leve sensación a nausea sartreana.
De pronto la música se interrumpe: sortearán la joya donada para ayudar a recaudar más fondos y un viaje a un resort en las Seychelles. Lo que me perdí por no comprar la rifa que me ofrecieron en la entrada!!. Además anuncian que se han recaudado 6.000 euros!, Aplauden, después de todo 6000 euros son 6000 euros; más o menos la tercera parte de lo que se gastan mensualmente en la dura supervivencia.
Se reanuda la música, ya casi son las 12 de la noche.
Hora de las brujas, todo el mundo comienza a retirarse, no por temor a convertirse en calabazas sino porque mañana es martes y los armani deben seguir produciendo para hacer más fiestas por si mueren en Makeba¿o era para que no mueran?, no sé, tanto glamour está comenzando a sentarme mal.
Declaro frente a mi misma que el primer mundo no es tan malo como lo pintan.
He perdido el último tren de vuelta a mi casa (los otros los perdí hace tiempo), por suerte mi amiga se ofrece a pagar el taxi. Cenicienta vuelve al hogar.

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