miércoles, noviembre 01, 2006


de L´Ámor i La mort

Al principio creí que no amaba usted más que las cosas bellas y que las comprendía muy bien, pero después he constatado que le traen sin cuidado. Después, me persuadí de que amaba usted a las personas, y he caído en la cuenta de que tampoco le importan un ardite. Creo que lo único que a usted le place es cierto género de vida que hace resaltar menos su inteligencia que su ingenio, su ingenio menos que su tacto, su tacto menos que su vestuario. Es usted una persona, repito, que ama sobre todo ese género de vida(...)y que embelesa a la gente. Precisamente por ésta cualidad no debe regocijarse imaginando que la amo menos. Para probarle lo contrario(....) le enviaré flores aún más bellas, lo que le disgustará, señora, ya que no se digna usted corresponder a los sentimientos que me sumen en el doloroso éxtasis de ser de su indiferencia soberana el servidor más respetuoso(...).
(Carta de Marcel Proust a la Sra. de Emile Strauss)



El primer envío la dejó sorprendida, ilusionada e intrigada.
Un ramo de rosas rojas, exactamente seis y una rosa blanca, fue entregado puntualmente una húmeda mañana de comienzos de primavera.
Una tarjeta en blanco acompañaba el envío.
Recorrió mentalmente todas las posibilidades, un error de alguien que recordaba mal su aniversario, un cliente exagerado, y la mejor.....un posible amante en ciernes.
Más allá de cualquier respuesta, el ramo de marras, alegró su día, su semana, su quincena de soledad de soltería.
Cuando ya comenzaba a olvidarse, un segundo ramo llegó a sus manos. Esta vez se trataba de dos rosas blancas y cinco rojas.
Su intriga fue creciendo con el paso del tiempo: cuatro rojas, tres blancas....siempre siete....finalmente el último ramo era blanco salvo...una sola rosa roja...... y luego... la espera.
Entre ramo y ramo mediaba generalmente diez o quince días, a veces más.
El último, arribó con el comienzo de Agosto.
Decidió no irse de vacaciones ni cerrar su negocio, la excitación de la novedad podía más que el calor, el aburrimiento del Eixample en esa época del año o cualquier espejismo de viaje. En todo caso, era algo parecido a una ilusión.
Una tarjeta en blanco su única referencia, salvo en el momento del giro a la preeminencia de las rosas blancas, cuando en la tarjeta se dibujó algo similar a un, a un... pues no sabía describir que era ¿ un jeroglífico?¿Un monograma?¿Iniciales?.....
SIETE...el número cabalístico por excelencia: Hay principios indisolubles ligados a ciertos números que son velados por todas las religiones y civilizaciones. Entre los más importantes se cuenta el 7.
Según la cábala representa “la ley divina que rige el universo”; Esther no era judía pero pertenecía a la burguesía catalana que acunaba en sus raíces mil variantes de Fenicia.
No es coincidencia que sean siete los días de la semana, los colores el arco iris, los jinetes del Apocalipsis, las notas musicales y siete, las velas del candelabro hebreo, las maravillas del mundo, siete las partidas de Alfonso el Sabio, siete los velos de la danza sagrada. Y siete es la casa del matrimonio en la astrología, y la referencia al septimo sello en el esoterismo.
La espera fue angustiosa y excitante al mismo tiempo. Decidió actuar.
Comenzó rastreando las floristerías donde habían sido encargados los ramos: eran todas distintas, en todas habían dado su propia dirección como referente y la última, la Navarro, en Sancho de Ávila, cerca del tanatorio.
Rojo y blanco, rojo y blanco.........Stendhal adoraba el rojo pero unido al negro y también imaginó una historia dura pero profundamente humana y sentimental.
Le costaba mantener la idea de un posible amante, en todo caso el mensaje indicaba que esa pasión había evolucionado hacia la frialdad de la muerte, a la espera inútil de la frigidez, al adiós.
¿Cuál era el mensaje?, Recorría sus últimas historias amorosas, todas fallidas, todas mediocres, todas dolorosas.
Pero cometía un gravísimo error: su memoria solo retrocedía a los últimos cinco años; y el que mandaba esas flores observando de cerca sus reacciones, formaba parte de su pasado remoto; de una historia ya olvidada o quizás enterrada, casi incestuosa.
Tenía poco más de dieciocho años, Sant Joan se aproximaba y la fiesta pagana por excelencia la encontraría, como siempre, desde niña, en Lleida, en la finca familiar, se reunirían la familia y los amigos más cercanos.
El socio de su padre, amigo de toda la vida, recientemente viudo esperaba en la terraza de la casa, oliendo el penetrante perfume de los rosales que la madre de Esther cuidaba con algo parecido a la obsesión: todos estaban en el pueblo comprando o haciendo vaya uno a saber que cosas se hacen cuando el tiempos e desliza plácido, sin nada más que pensar, que en dejarlo escaparse.
Fue un encuentro breve, solo siete minutos, sin palabras, sin promesas, marcado por la sorpresa mutua. Y finalmente perdido en el fondo de la memoria.
Volvieron a encontrarse, ocasionalmente en las reuniones familiares o alguna vez que Esther visitaba el despacho paterno.
Cuando acabó la carrera de Farmacia y asumió el control del negocio, su vida ya resuelta, sin desafíos, sin incertidumbres y sin deseo, fue transcurriendo pesadamente. La melancolía se hizo dueña.
Jamás volvió a pensar en él. En cambio, ese hombre siguió recordando cada noche de los últimos treinta años, el placer sentido mientras sus dedos recorrían esa piel suave y el aroma de las rosas parecía desprenderse de su pelo, de su boca, de toda ella. Siguió de lejos su vida, la vio envejecer sola, perder el estilo, transformarse en una matrona estéril, la vio acompañada por ocasionales inútiles que poco podían darle. La vió, en definitiva, tirar su vida por la borda.
Ahora tenía casi ochenta años . Esos ramos eran su forma de recordarle que si no se alimenta, la llama de la pasión se desliza inevitablemente al blanco mortuorio, se estaba despidiendo y era claro que quería llevarla con él. Un hermoso ramo de rosas blancas aún mantenía en su centro el germen de la pasión, para volver a comenzar en otro tiempo y en otro lugar. Lástima que ella no pudiera comprenderlo.-

5 comentarios:

Gonzalo Villar Bordones dijo...

Extrañé la cita de Proust.

Un relato que me dejó pensando en las rosas.

En las que he regalado y en las recibidas.

Te dejo una barzo, atetes de recomenzar mi labor jurídica de feriado.

hera dijo...

Pues yo tambien, la tenia apuntada y no la encuentro, al suprimir la entrada para modificarla la perdi
pero la buscare y prometo agragarla proque esta muy bien.
Buen recomienzo d etrabajo
Saludos

::: Isis ::: dijo...

Primero quiero agradecer tu visita.

Me gusto tu relato, y me dejo pensando en varias cosas te confieso.

Saludos.-

hera dijo...

Hola isis, me alegra que te gustara, es mejorable...como todo.
Un saludo

Yo dijo...

Cuanto para digerir por estos lares, agradezco tu visita Hera, nos estamos viendo.