jueves, septiembre 14, 2006

"Sigo sin entender gran cosa sobre el sufrimiento y la muerte. Aunque quizás mi búsqueda no haya sido completamente inútil.
Como siempre, tal vez sea el viaje lo que importa"
Ramón Bayes

Detrás de los grandes eventos, hay historias, personas, lo que marca la importancia de un suceso es su impacto en los que la viven.
Curiosamente, ese aspecto es el que menos se tiene en cuenta.
Hace unos días me contaron una historia, familiar, pequeña, intrascendente, salvo por el dolor y la impotencia que encierra.
Un hombre, de origen libanés, arquitecto de profesión que dejó el Libano hace años y que tuvo que retornar el 1 de Julio de este áño...dias antes del ataque israelí, porque su padre había muerto. Trabaja en Shangai, enviado por una importante empresa francesa que esta emprendiendo colosales inversiones para armar este nuevo Hong Kong.
Casado con una francesa y con dos pequeños hijos, es considerado por su familia política, un tipo difícil, taciturno, duro, que por momentos se aisla en incomprensibles silencios o tiene arranques de violencia desmedida, que han estado a punto de costarle su matrimonio en varias ocasiones.
Pasó esos días del funeral acompañando a su madre, a sus hermanas, tambien desperdigadas por el mundo, una en Dubai, la otra en Canadá y feliz en parte porque
Beirut se había reconstruído y su padre lo había llegado a ver.
Toda su infancia estuvo marcada por "volver a comenzar", tenia 10 años en ese agosto de 1982, cuando la invasión israelí.
A los 20 se fué con pena por renunciar a sus creencias solo por sobrevivir.
Esta vuelta significaba mucho para él, por eso a pesar del dolor pudo disfrutar de ser él mismo por unos días.
Horas después de su partida, el derrumbe.
Su madre y sus hermanas huyeron a las montañas, su casa fue nuevamente destruída y durante varios días nada supo de ellas.
Cuando al final tuvo noticias hace solo unas semanas, volvió a encerrarse en su mutismo habitual: sus hermanas habian logrado salir del país.
Su madre se encontraba aún en las montañas y se negaba a irse. Había asegurado que volvería a su casa, que comenzaría de nuevo y que moriría allí mismo.
Y que sus hijos fueran juzgados.

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